XXX semana del Tiempo ordinario
SABIDURÍA
11,22–12,2:
Tú de todos tienes compasión,
porque lo puedes todo y no te fijas en los pecados de los hombres, para que se
arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si
hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. ¿Cómo podrían existir los
seres, si tú no lo hubieras querido? ¿Cómo podrían conservarse, si tú no lo
ordenaras? Tú tienes compasión de todos, porque todos, Señor, te pertenecen y
amas todo lo que tiene vida, porque en todos los seres está tu espíritu
inmortal. Por eso, a los que pecan los corriges y reprendes poco a poco, y les
haces reconocer sus faltas, para que apartándose del mal crean en ti, Señor.
SALMO
144
¡Bendeciré
tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey!
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
TESALONICENSES
1,11–2,2:
Con este fin oramos siempre
por vosotros, pidiendo a nuestro Dios que os tenga por dignos de haber sido
llamados por él, y que cumpla con su poder todos vuestros buenos deseos y los
trabajos que realizáis impulsados por la fe. De esta manera el nombre de
nuestro señor Jesús será honrado por vuestra causa, y él os honrará conforme a la
bondad de nuestro Dios y del señor Jesucristo. Ahora, hermanos, en cuanto al
regreso de nuestro señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos que
no cambiéis fácilmente de manera de pensar ni os dejéis asustar por ningún
mensaje espiritual, discurso o carta que recibáis, como si fuera nuestra,
diciendo que el día del Señor ya ha llegado.
SAN
LUCAS 19,1-10:
El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar
lo que estaba perdido
Jesús entró en Jericó e iba
atravesando la ciudad. Vivía en ella un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los
que cobraban impuestos para Roma. Quería conocer a Jesús, pero no conseguía
verle, porque había mucha gente y Zaqueo era de baja estatura. Así que, echando
a correr, se adelantó, y para alcanzar a verle se subió a un árbol junto al
cual tenía que pasar Jesús.
Al llegar allí, Jesús miró
hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida porque hoy he de quedarme en
tu casa.»
Zaqueo bajó aprisa, y con
alegría recibió a Jesús. Al ver esto comenzaron todos a criticar a Jesús,
diciendo que había ido a quedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo, levantándose
entonces, dijo al Señor: «Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis
bienes; y si he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.» Jesús le
dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es
descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo
que se había perdido.»