XXIX semana del Tiempo ordinario
EFESIOS:
4, 7. 11-16
Cristo es
la cabeza que hace crecer todo el cuerpo.
Hermanos:
Cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha
dado. Él fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a
otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros.
Y esto,
para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea,
construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la
fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y lleguemos a ser hombres perfectos,
que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.
Así, ya
no seremos como niños, zarandeados por las olas y llevados de un lado para otro
por el viento de cualquier doctrina, a merced de hombres malvados y astutos,
que conducen engañosamente al error. Por el contrario, viviendo sinceramente en
el amor, creceremos en todos sentidos, unidos a aquel que es la cabeza: Cristo.
De Él, todo el cuerpo recibe su organización, su cohesión y su vida, según la
actividad propia de cada una de las partes, y así el cuerpo va creciendo y
construyéndose por medio del amor.
SALMO 121
¡Vamos a
la casa del Señor!
¡Qué
alegría sentí cuando me dijeron: "Vayamos a la casa del Señor"! Y hoy
estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas. R/.
A ti,
Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a Israel se le
ha ordenado, para alabar el nombre del Señor. R/.
SAN LUCAS: 13, 1-9
Si no se
convierten, perecerán de manera semejante.
En aquel
tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había
mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios.
Jesús les hizo este comentario: "¿Piensan ustedes que aquellos galileos,
porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos?
Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera
semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé,
¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de
Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de
manera semejante".
Entonces
les dijo esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su
viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Mira,
durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he
encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?'. El viñador le
contestó: 'Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y
a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la
cortaré'".
No hay comentarios:
Publicar un comentario