jueves, 1 de junio de 2017

LECTURAS DEL DÍA JUEVES 1 JUNIO 2017

JUEVES VII SEMANA DE PASCUA
HECHOS: 22, 30; 23, 6-11
Tendrás que dar testimonio de mí en Roma.
En aquellos días, el comandante, queriendo saber con exactitud de que acusaban a Pablo los judíos, mandó que le quitaran las cadenas, convocó a los sumos sacerdotes y a todo el sanedrín, y llevando consigo a Pablo, lo hizo comparecer ante ellos.
Como Pablo sabía que una parte del sanedrín era de saduceos y otra de fariseos, exclamo: “Hermanos: yo soy fariseo, hijo de fariseos, y me quieren juzgar porque espero la resurrección de los muertos”. Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, que ocasionó la división de la asamblea. (Porque los saduceos niegan la otra vida, sea de ángeles o de espíritus resucitados; mientras los fariseos admiten ambas cosas).
Estalló luego una terrible gritería y algunos escribas del partido de los fariseos, se pusieron de pie y declararon enérgicamente: “nosotros no encontramos ningún delito en este hombre. ¿Quién puede decirnos que no le ha hablado un espíritu o un ángel?”. El alboroto llego a tal grado, que el comandante, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó traer la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.
En la noche siguiente se le aparecía el Señor a Pablo y le dijo: “Ten animo, Pablo; porque así como en Jerusalén has dado testimonio de mi, así tendrás que darlo en Roma”.

SALMO  15

Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es el parte que me ha tocado en herencia; mi vida está en sus manos. R/.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente el Señor y con Él a mi lado, jamás tropezaré. R/.
Por eso se me alegran el corazón y el alma, y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tu no me abandonaras a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción. R/.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. R/.
SAN JUAN: 17, 20-26


En aquel tiempo, Jesús levanto los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mi por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mi, Padre, quiero que donde yo este, estén también los que has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo si te conozco y estos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se los seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.

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