SÁBADO:
III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
MEMORIA
DE SAN TOMAS AQUINO, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
HEBREOS:
11, 1-2. 8-19
Esperaban
la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo
que se espera, y de conocer las realidades que no se ven. Por ella, fueron
alabados nuestros mayores.
Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin
saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia.
Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña,
como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, después de él. Porque
ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor
es Dios. Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad,
pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y
así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las
estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los
bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos
reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así,
dan a entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran
añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a
ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo.
Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios,
pues les tenía preparada una ciudad.
Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se
dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque
Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu
nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a
los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo
profético.
SALMO
Lc.1
Bendito sea el Señor, Dios
de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y ha hecho surgir en
favor nuestro un poderoso salvador en la casa de David, su siervo. Así lo había
anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas. R/.
Anunció que nos salvaría de
nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar
su misericordia a nuestros padres, y acordarse de su santa alianza. R/.
El Señor juró a nuestro
padre Abraham que nos libraría del poder de nuestros enemigos, para que
pudiéramos servirlo sin temor, con santidad y justicia, todos los días de
nuestra vida. R/.
SAN
MARCOS: 4, 35-41
Un día, al atardecer, Jesús
dijo a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla del lago". Entonces
los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en
que estaba. Iban, además, otras barcas.
De pronto se desató un
fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de
agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le
dijeron:
"Maestro, ¿no te
importa que nos hundamos?". Él se despertó, reprendió al viento y dijo al
mar: "¡Cállate, enmudece!". Entonces el viento cesó y sobrevino una
gran calma. Jesús les dijo:
"¿Por qué tenían tanto
miedo? ¿Aún no tienen fe?". Todos se quedaron espantados y se decían unos
a otros: "¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar
obedecen?".
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