APOCALIPSIS:
10, 8-1
Tomé
el librito y me lo comí.
Yo, Juan, oí de nuevo la voz
que ya me había hablado desde el cielo, y que me decía: "Ve a tomar el
librito abierto, que tiene en la mano el ángel que está de pie sobre el mar y
la tierra".
Me acerqué al ángel y le
pedí que me diera el librito.
Él me dijo: "Tómalo y
cómetelo. En la boca te sabrá tan dulce como la miel, pero te amargará las
entrañas".
Tomé el librito de la mano
del ángel y me lo comí. En la boca me supo tan dulce como la miel; pero al
tragarlo, sentí amargura en las entrañas. Entonces la voz me dijo: "Tienes
que volver a anunciar lo que Dios dice acerca de muchos pueblos, naciones y
reyes".
SALMO
118
¡Mi
alegría es cumplir tus mandamientos!
Más me gozo cumpliendo tus
preceptos que teniendo riquezas. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría, ellos
son también mis consejeros. R/.
Para mí valen más tus
enseñanzas que miles de monedas de oro y plata. ¡Qué dulces al paladar son tus
promesas! Más que la miel en la boca. R/.
Tus preceptos son mi
herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hondamente suspiro, Señor, por
guardar tus mandamientos. R/.
SAN
LUCAS: 19, 45-48
Ustedes
han convertido la casa de Dios en cueva de ladrones
Aquel día, Jesús entró en el
templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles:
"Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido
en cueva de ladrones".
Jesús enseñaba todos los
días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes
del pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo
el pueblo estaba pendiente de sus palabras.
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